Ahora que
tanto moderno de chupete y biberón y tanto hippie arrepentido escupen sobre su
tumba queriendo distinguirse en su voz laudatoria, yo me atrevo a decir que Cortázar
orina en los teclados de todos nuestros ordenadores, y en los de ellos más aún.
Es uno de los escritores —narrador multiplanetario, poeta líquido, melómano
buscón y politólogo cósmico— que más fulgor ocultan las lápidas de París.
Maestro Julio,
estaré persiguiéndole hasta el final de mis días.
Juan de Dios García