lunes, 30 de diciembre de 2013

AMOR AL ARTE

Leyendo Revista de Libros descubro las reflexiones de un filósofo del arte llamado Arthur C. Danto. Se pregunta por qué una máscara ritual africana fue un horrendo signo de barbarie hasta que Derain y Picasso decidieron que aquello era Arte. Una de sus polémicas conclusiones es que desde los años 60 hasta ahora —vamos a ver si para siempre— debemos escribir con minúscula la palabra Arte, enterrada ya su concepción romántica.
         Los filósofos, como es habitual, se toman tan en serio todo que desde la adolescencia me han dado miedo. Yo hace tiempo que escribo “arte” con minúscula, pero no por eso me van a temblar de emoción las rodillas cuando me encuentre ante un Duchamp o ante un Miró, por muy sugerentes que sean las interpretaciones de sus obras.
         Amo el arte, pero no quiero ser obligado a amarlo.

lunes, 23 de diciembre de 2013

INSPIRAR, ESPIRAR

Publicar un libro significa higiene, purgación, limpieza, un sueño cumplido para afrontar nuevos retos. A veces abruma ver manuscritos que chillan o se aburren en las carpetas del ordenador. Su conversión en páginas de papel me libera, ayuda a emprender otros desafíos.
Estoy hastiado de crear archivos con tantos textos vírgenes de imprenta. Si no los detengo, no dejan de crecer o menguar en una transformación continua. Debo sacarlos de su estado virtual. Para bien o para mal, solamente un lector podría acabar con esta mutación insoportable de cuentos y poemas sin dueño. El lector es el último patrón en la singladura de la creación literaria.

viernes, 20 de diciembre de 2013

INVERSO

Esperando en el aparcamiento de un hipermercado a que finalicen las compras familiares, fumo, cierro los ojos y escucho en la radio la voz de José Hierro que me habla de un encuentro con Beethoven en el Lincoln Center de Nueva York. Me parece, por un momento, que el humo que entra manso en mis pulmones es el mismo que fuma el poeta desde el otro lado de sus versos.   

miércoles, 18 de diciembre de 2013

LA PREGUNTA

Claro que me he preguntado cientos de veces qué es para mí la poesía, cómo algo tan pobre, hecho solamente de palabras, limitado por las fronteras del idioma en que se escribe y compitiendo con otras artes gigantescas, puede ofrecer tanto.
         Además, igual que muchos de los maestros a los que admiro, dudo de su eternidad, no de su autenticidad.
          Mañana no sé, pero ahora pienso que, al fin y al cabo, la poesía es como el alma de una cebolla, vas arrancando las capas y queda únicamente su corazón. Es aire, dirán algunos. Sí, pero es corazón.

domingo, 15 de diciembre de 2013

MUSICA, MUSICAE

Adoro escribir mientras escucho música. A cualquier hora estoy escuchándola desde que era niño. Espero morir haciéndolo. Mirando el catálogo de una exposición he puesto a Cabezón. Me interesa encontrar vínculos entre la pintura y la música, como el color o la tonalidad. Un motete de Antonio de Cabezón me transmite la paleta entera de Tiziano.
         Un verso intenso de García Lorca es a la poesía lo que un acorde de João Gilberto a la música moderna. La realidad, a través de la metáfora, queda transformada. La realidad sónica de la guitarra de João Gilberto tiene otra temperatura, es más colorida, más densa que otras realidades sónicas.
         No ha de extrañarnos que Leonard Cohen fuera un prestigioso novelista antes de componer Songs of love and hate, ni que Jim Morrison tuviese la intención de curtirse como escritor cuando decidió ir a vivir a París. El jazz es lírica en un pentagrama; la poesía es casi siempre un pensamiento rítmico de la palabra.

viernes, 13 de diciembre de 2013

FAN

Todo mi entorno amistoso sabe cuánto amor guardo a las revistas literarias. Dirijo desde octubre de 2000 una de ellas en formato digital, y soy pesimista respecto al futuro de las revistas en papel. No por la escasez de lectores o porque el papel se haya visto superado por internet, sino por un problema que tiene nombre y apellidos: distribución editorial.
Me cito en un café con Julio Monteverde, que coordinaba hasta hace poco la revista surrealista Salamandra, y se lamenta.

 —Las tiendas no quieren revistas, no saben qué hacer con ellas. Acabo de venir de la Casa del Libro en Madrid. Antes tenían el revistero frente a la puerta de entrada, ahora lo han puesto en el sitio más escondido de toda la tienda, todas tiradas por ahí... Un desastre.
 —¿Por qué no lo dejas?
 —¡Es que no se puede dejar de sacar revistas, Juande!
 —¿Por qué? No somos imprescindibles.
 —Si no hay revistas en papel o en internet estaría todo el pescado vendido para los dueños del mercado... Se trata de una cuestión de fe.
 —Fe gratuita, y siempre con pérdidas —intento rebatir.
 —Una vez que asumes el desastre financiero con deportividad, lo demás es una cuestión de fanatismo, de amor por lo que haces. ¿No crees?
 —De amor… ¿abrasivo?

 —¡Exacto!

jueves, 12 de diciembre de 2013

YO ME ACUERDO

Je me souviens [Yo me acuerdo] es el título de una obra de Georges Perec, uno de los más lúcidos peones del lenguaje a las órdenes vanguardistas del Ouvroir de Littèrature Potentielle (OULIPO). En este libro hay 480 anotaciones de apenas unas líneas en las que el escritor se acuerda de imágenes de su vida, desde las más elevadas a las más cotidianas. Cada anotación empieza con la construcción nemotécnica «Me acuerdo de».
 He decidido experimentar con algunos alumnos explicándoles quién era Georges Perec, haciéndoles meterse en su piel durante media hora. He planteado que escriban anónimamente muchos me-acuerdo-de y ha habido resultados tan peculiares como significativos:
 «Me acuerdo de que cuando era pequeña no conocía la vergüenza y me autopresentaba a todo el mundo sin descanso y sin criterio. Me acuerdo de cuando pensaba que el semen era algún licor exótico. Me acuerdo de cuando creía que los bebés nacían de las semillas de las palomitas. Me acuerdo de cuando pensaba que dentro de la barriga había una ratita que clasificaba la comida en cestas diminutas. Me acuerdo de cuando mi padre olvidó a mi madre. Me acuerdo de cuando creía que Dios existía viviendo escondido tras una nube. Me acuerdo de cuando soñé que mis padres se convertían en cucarachas gigantes. Me acuerdo de cada vez que mi madre le calculaba el azúcar a mi abuelo».
  Los padres siguen ahí. ¿Hay que matarlos otra vez? ¿Hay que estar matándolos siempre?

domingo, 8 de diciembre de 2013

ESCRIBO

Como la de la gran mayoría de escritores, mi obra se va redactando desde una absoluta incomunicación, inmerso en un profundo aislamiento que puede durar un minuto o una madrugada entera.
Escribiendo me salvo, es un saneamiento íntimo que supera los desconciertos más agudos. Se suicida un personaje y escapo algo del suicidio. Si escribo en negro, libero un pedazo de oscuridad.
         Es la terapia que he elegido.