domingo, 8 de diciembre de 2013

ESCRIBO

Como la de la gran mayoría de escritores, mi obra se va redactando desde una absoluta incomunicación, inmerso en un profundo aislamiento que puede durar un minuto o una madrugada entera.
Escribiendo me salvo, es un saneamiento íntimo que supera los desconciertos más agudos. Se suicida un personaje y escapo algo del suicidio. Si escribo en negro, libero un pedazo de oscuridad.
         Es la terapia que he elegido.

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