Como
la de la gran mayoría de escritores, mi obra se va redactando desde una
absoluta incomunicación, inmerso en un profundo aislamiento que puede durar un
minuto o una madrugada entera.
Escribiendo me salvo, es un saneamiento
íntimo que supera los desconciertos más agudos. Se suicida un personaje y
escapo algo del suicidio. Si escribo en negro, libero un pedazo de oscuridad.
Es la terapia que he elegido.
Es la terapia que he elegido.
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